Atento amigo Sancho...
Empezada ya la aventura en busca de las tradiciones más arraigadas de esta tierra, nuestros pasos se dirigen a una villa con nombre propio... el nombre de un antiguo juez de Alcaraz, quien mandó repoblar un cerro de La Mancha con el objetivo de afianzar las posiciones cristianas y recuperar terreno ante el ejército de la media luna (popularmente conocido como "el bando moro"). Ese lugar no es otro que Pedro Muñoz.
- ¡Apresúrate Sancho! ¡Rocinante está impaciente por llegar a un lugar aún desconocido para mí!
Empezada ya la aventura en busca de las tradiciones más arraigadas de esta tierra, nuestros pasos se dirigen a una villa con nombre propio... el nombre de un antiguo juez de Alcaraz, quien mandó repoblar un cerro de La Mancha con el objetivo de afianzar las posiciones cristianas y recuperar terreno ante el ejército de la media luna (popularmente conocido como "el bando moro"). Ese lugar no es otro que Pedro Muñoz.
- ¡Apresúrate Sancho! ¡Rocinante está impaciente por llegar a un lugar aún desconocido para mí!
Con ligero trotar, nos vamos aproximando a un hermoso lugar, el cual resulta más hermoso, si cabe, al escuchar, a medida que nos acercamos, unas risas infantiles
- ¡Niños Sancho! ¡Oigo alegres risas de niños!
- No vayan a ser balidos de ovejas lo que escucha vuestra merced...
- ¡No digas sandeces Sancho! ¡Vamos a descubrir de dónde proceden esas risas!
Siguiendo tan dulce sonido, nos adentramos en un enorme edificio, a mi buen entender, se trataba de un teatro. Cuál no fue nuestra sorpresa cuando, tras cruzar el umbral de la puerta, nos encontramos rodeados por decenas de niños y niñas vestidos con ropas antiguas, que para nada correspondían con las que suelen llevarse ahora.
- Disculpa mi curiosidad pequeño, pero... ¿por qué vais vestidos a la antigua usanza?
- Son nuestros trajes regionales. Sólo los utilizamos para bailar
- ¿Bailar?
- Si señor Don Quijote, para bailar danzas regionales. ¿Se queda a verlo?
- No me lo perdería ni por cien luchas con gigantes
Sabia decisión fue aquélla, pues lo que más tarde presenciamos mi fiel escudero y yo nos permitió darnos cuenta de que nuestra aventura no iba a ser en vano. En aquel hermoso lugar pudimos disfrutar no sólo de seguidillas, fandangos, rondeñas y otros bailes tradicionales de estas tierras manchegas. También nos deleitamos comprobando cómo en otras regiones (en este caso en la tierra de la huerta por excelencia, Murcia), las nuevas generaciones se afanan en conservar y transmitir su mejor y más vistosa cultura popular.
Ver a los más pequeños "desenterrando" nuestras raíces, "rejuveneciendo" lo que aparentemente está pasado de moda, y, en definitiva, disfrutando con nuestras más tradicionales costumbres, bien merecía una cerrada ovación. El público que abarrotaba aquel enorme teatro no decepcionó nuestras expectativas, dando, al finalizar el acto, un gran aplauso a esos pequeños "Quijotes del Folklore".
Aún emocionados por lo que habíamos presenciado aquella tarde y, rogando al cielo para que todo aquello no fuese un espejismo, un hecho aislado en medio de un desierto de modernidad empeñada en "enterrar" más aún esas raíces a las que todos debemos lo que hoy somos, reanudamos nuestro viaje en busca de más "cultura de antaño"...
- ¿Bailar?
- Si señor Don Quijote, para bailar danzas regionales. ¿Se queda a verlo?
- No me lo perdería ni por cien luchas con gigantes
Sabia decisión fue aquélla, pues lo que más tarde presenciamos mi fiel escudero y yo nos permitió darnos cuenta de que nuestra aventura no iba a ser en vano. En aquel hermoso lugar pudimos disfrutar no sólo de seguidillas, fandangos, rondeñas y otros bailes tradicionales de estas tierras manchegas. También nos deleitamos comprobando cómo en otras regiones (en este caso en la tierra de la huerta por excelencia, Murcia), las nuevas generaciones se afanan en conservar y transmitir su mejor y más vistosa cultura popular.
Ver a los más pequeños "desenterrando" nuestras raíces, "rejuveneciendo" lo que aparentemente está pasado de moda, y, en definitiva, disfrutando con nuestras más tradicionales costumbres, bien merecía una cerrada ovación. El público que abarrotaba aquel enorme teatro no decepcionó nuestras expectativas, dando, al finalizar el acto, un gran aplauso a esos pequeños "Quijotes del Folklore".
Aún emocionados por lo que habíamos presenciado aquella tarde y, rogando al cielo para que todo aquello no fuese un espejismo, un hecho aislado en medio de un desierto de modernidad empeñada en "enterrar" más aún esas raíces a las que todos debemos lo que hoy somos, reanudamos nuestro viaje en busca de más "cultura de antaño"...
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